Leer las tropecientas páginas de «Los pilares de la tierra» en el bus quizá te dé dolor de espalda por tener que llevarlas a cuestas cada día. Porque el saber ocupa lugar… y pesa. ¿O no? Esa es una de las ventajas de moverse en el mundo del libro digital, electrónico, ebook, ereader… Puedes tener almacenados muchos títulos en un mismo dispositivo y llevarlos contigo sin tener que cargarle kilos de sabiduría a tu lomo.
El libro de papel
Aunque superar una pandemia nos ha hecho más digitales, todavía somos muchos los lectores que amamos el libro impreso. No sabemos si, conforme vayan creciendo las nuevas generaciones, crecerá la tendencia a leer en las pantallas. Lo que sí sabemos es que la homogeneidad en el diseño de los libros electrónicos hace que se pierdan muchos matices. No hay diferencia visual entre leer un ensayo, un manual técnico o un tratado de arte porque la tipografía y su tamaño los elige el usuario, la maqueta de página no existe, apenas se pueden añadir recursos gráficos y se pierden también las cualidades físicas del papel (tacto, color, olor…). Y eso hace que cambie la experiencia de lectura.
Además, el romanticismo de hacer una biblioteca personal con los libros leídos da placer. Puede ser una forma de coleccionismo, de tener presentes tus lecturas o de asegurarte su perdurabilidad en el tiempo. Puedes olfatear la tinta de sus letras cuando lo abres, repasar con la yema de tus dedos la textura de su cubierta, ponerle un marcapáginas original, regalarlo…
Si no estás seguro de cuál es tu soporte preferido, no te apures. Muchísimos lectores utilizan tanto el impreso como el electrónico y la mayoría están convencidos de que ambos formatos pueden convivir perfectamente en la industria editorial. Cada uno tiene su momento.
El Telesketch
¿Recuerdas ese gran juguete que revolucionó el mercado? Te permitía dibujar en una pantalla gracias a dos ruletas y no gastaba papel ni tinta ni electricidad (tampoco wifi)… ¡parecía magia! Además, la apariencia de la «tinta» era similar a la del grafito de un lapicero. Fue todo un éxito durante varias generaciones y era ecofriendly al colaborar con el ahorro de papel, cuyo gasto ya suponía un problema medioambiental importante.
El Telesketch nació en 1959 gracias al francés André Cassagnes y fue comercializado en España en los años 80 por la juguetera Borrás. Una empresa que nació en 1894 y que fue famosa por liderar el mercado de los juegos de magia.
Su pantalla contenía una mezcla de polvos de aluminio y poliestireno. Tras ella se escondían dos guías que manejabas a través de las dos ruletas y que movían una punta imantada –una ruleta en vertical y la otra en horizontal–. Esta punta metálica, al moverse por la pantalla, atraía al aluminio y era el que le daba el color «lapicero» a tus dibujos. Para borrarlo todo, solo había que agitar el Telesketch y estos componentes volvían a mezclarse. Quizá este sistema te parezca paleolítico, pero es una tecnología que podríamos considerar como precursora de la actual tinta electrónica o eInk.
Las pantallas –la de tu televisor, ordenador o móvil– funcionan diferente. Están compuestas de miles o millones de píxeles, que son la unidad más pequeña que forma una imagen digital. Son celdillas que emiten más o menos luz para, haciendo equipo, mostrarte una imagen completa. Y para funcionar, lógicamente, este sistema necesita electricidad.
La tinta electrónica
La actual tinta electrónica fue desarrollada por la compañía eInk, una empresa creada en 1997 por el Instituto de Tecnología de Massachusetts, que consiguió presentar el primer prototipo de papel electrónico en 2002. El objetivo era evitar la tala masiva de árboles que se estaba produciendo para obtener las toneladas de papel necesario para publicar a diario millones de periódicos. ¿Puedes imaginar esa ingente cantidad?
La tecnología de la tinta electrónica se basa en una pantalla muy fina y flexible de varias capas, que contiene electrodos transparentes y millones de cápsulas con pigmentos blancos de carga positiva y pigmentos negros de carga negativa. Estos pigmentos suben –se hacen visibles– o bajan según la carga eléctrica aplicada. La técnica para separar estas partículas mediante campos magnéticos se llama electroforesis y es la que te permite ver el texto de tu ebook.
Esta tinta, mientras se visualiza, no consume energía. Gasto cero, como el libro en papel o el Telesketch. Pero a su vez, los pequeños electrodos del epaper están dispuestos en cápsulas, de forma similar a los píxeles de la pantalla de tu teléfono. El ereader solo consume electricidad cuando cambia algo en ella, es decir, cuando pasas página, por ejemplo. Esto es una gran ventaja porque hace que la batería de estos dispositivos dure muchísimo más que cualquiera de nuestros smartphones.
Otra de las ventajas es que puedes leer a plena luz del sol, como en un libro de papel. Las pantallas retroiluminadas hacen difícil llevar esta tarea bajo el astro rey y cansan mucho la vista, ya que te obligan a mirar directamente a una fuente de luz.
Como desventaja, tenemos que destacar que nuestros lectores electrónicos permiten únicamente la representación en escala de grises, pero ya viene en camino la tinta electrónica en color. Está inventada y de momento no es una tecnología al alcance de todos, pero el mercado evoluciona y pronto podremos ver ereaders a todo color y precios asequibles.
Todo esto recordará a los más veteranos el día que la televisión dejó de verse en blanco y negro. Corrían los años 60… En fin, volvamos al presente. Da igual que leas en papel o en pantalla, en color o en grises. Elijas el soporte que elijas, lo importante es que leas, que cultives tu mente, que amplíes tu campo del saber. Así que para colofón, nos vamos a permitir el lujo y el gran honor de citar a Sócrates:
«El conocimiento os hará libres».
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