Devoradores de contenidos gourmet

Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos vivimos rodeados de estímulos visuales que luchan por llamar nuestra atención. ¿Cuántas veces hemos ido a mirar la hora o la predicción del tiempo en el móvil y nos hemos quedado enganchados viendo cualquier otra cosa que no tiene nada que ver? Basta un simple bolito rojo con un número dentro para olvidarnos de lo que realmente queríamos mirar y redirigir nuestra atención hacia otros menesteres. Todo un hito desde el punto de vista del diseño gráfico, ¿cómo un circulito tan pequeño tiene tanto poder? Ahí, los teóricos de la imagen tienen mucho que decir. 

Consumimos contenidos de forma voraz dedicándoles, con suerte, unos segundos y pasando al siguiente sin ni siquiera mover la cabeza, tan solo deslizando el dedo pulgar. Para no volvernos locos, nuestra mente ha desarrollado la habilidad de discernir lo que nos interesa de lo que no de forma casi instantánea, si no nos entra por el ojo en un primer vistazo lo desecharemos. De ahí la importancia de tener muy claro a quién nos dirigimos y cómo, utilizando nuestros aliados como son la creatividad, la composición o el uso del color para hacer que una imagen le atraiga más al sector de la población que nos interese, le retenga lo suficiente como para dedicarle unos segundos y le transmita el mensaje que queremos o pulse el preciado botón que le llevará a nuestros dominios.

En los últimos 10 años hemos aumentado nuestro uso del móvil un 102%. Tenemos un alto grado de móvil-dependencia. Hace tan solo 3 o 4 décadas, cuando no había smartphones, el acceso a la información, y en concreto a las imágenes, estaba mucho más restringido. Accedíamos a ellas a través de libros, periódicos y revistas que recortábamos o fotocopiábamos. Las veíamos en televisión o el cine, siempre dependiendo de la programación, en carteles y rótulos publicitarios. Captábamos los momentos importantes con nuestras cámaras analógicas con sus carretes de 24 fotos sin saber muy bien cómo habían quedado hasta ser reveladas mucho tiempo después. Cuando queríamos saber cómo era algo recurríamos a la biblioteca o a las enciclopedias hallando, con suerte, una foto de lo que buscábamos. 

A día de hoy tenemos en nuestro bolsillo la posibilidad de encontrar una gran cantidad de información gráfica casi de cualquier tema que se va acumulando en ese imaginario común que es internet. Pasa parecido con nuestro consumo actual de música. En los años pre-smartphone, si te gustaba una canción la escuchabas en la radio o en televisión (cuando la ponían) y si te gustaba mucho, mucho, te comprabas el disco, la cinta o el CD y podías estar escuchándola en bucle durante meses. Ahora, si escuchamos una canción que nos gusta, mucho o poco, podemos acceder a toda la discografía del artista en menos de un minuto y probablemente hagamos corto y tengamos necesidad de escuchar más cosas. Siempre queremos más. Y a más demanda más producción. Existe una gran cantidad de contenidos gratuitos, de uso libre (fotografías, ilustraciones, música, vídeos…) que luego se ven reproducidos sistemáticamente perdiendo frescura e identidad. De ahí el valor de los contenidos hechos a medida. 

La alta demanda de contenidos viene alimentada, en gran parte, por las redes sociales. La calidad y veracidad de estos es otra historia. ¿Serías capaz de decir cuántas imágenes pasan ante tus ojos durante una sesión de Instagram, Facebook o Tiktok?

En este mundo en el que reina lo idealizado, todos queremos vernos con nuestra mejor cara. Ahora mismo, mediante filtros podemos modificar nuestro aspecto para “mejorarlo en tiempo real” en una videollamada sin que a nadie le parezca extraño. Esta misma fiebre idealista nos influye al presentar un producto. Es importante dotarle de un aspecto atractivo y potente para llegar a interesar a la gente. Una vez captado ese interés probablemente el receptor quiera saber más, quizá quiera ver un vídeo en el que se muestra su funcionamiento. El crecimiento del consumo de vídeo en la red es exponencial y sigue creciendo. En 2019 el 80% del tráfico en Internet era vídeo y en 2022, varios estudios estiman que el porcentaje habrá subido casi al 85%. Es curioso como cuando compramos un producto, muchas veces, acudimos antes al móvil para buscar un vídeo que nos explique cómo funciona que a las propias instrucciones que vienen impresas en un librito y que no suelen ser muy amigables. Hay estudios que nos dicen que los videos de productos son capaces de incrementar las ventas en un 144%. Lo mismo pasa con las páginas web de empresa. Nos produce una mayor sensación de confianza si vemos un vídeo en el que se muestran a las personas, las instalaciones o nos cuenta una historia, lo que en marketing se llama un storytelling. Es una manera de que el cliente se sienta más cercano a la empresa.

Puestos a devorar contenidos mejor que sean gourmet. En Virtual&Civán contamos con un equipo de personas especializadas en diferentes campos de la comunicación cuyos conocimientos dotan a los contenidos de un valor añadido que los hace especialmente atractivos a quien los recibe. Es como cuando estás viendo una película y no te das cuenta de que por debajo de la imagen está sonando una banda sonora que enlaza una escena con otra y que lejos de distraerte potencia la historia principal y hace que te la tragues del tirón. Esa es nuestra misión, hacer un hueco a tu mensaje entre tanto estímulo y que llame la atención del receptor. Si quieres llevar tu comunicación al siguiente nivel ponte en contacto con nosotros.

Rubén Bellido, director de arte de Virtual&Civán.